La experiencia que aquí se presenta hace parte del Proyecto Virtual Renovación de la Didáctica en el Campo del Lenguaje para los Primeros Grados de la Escolaridad, desarrollado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, CERLALC. Se trata de un proceso de formación, sistematización e investigación en el aula, desarrollado durante un año, cuyo propósito central es la transformación de las prácticas de enseñanza del lenguaje. Cohorte 2010, financiada por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia, en la que participaron 120 docentes en ejercicio, de los primeros grados de escolaridad.

7. Referentes conceptuales

 7. Referentes conceptuales

Reconocimiento y cumplimiento de las normas de interacción en el aula

La voz al inicio de la vida del sujeto
Desde que inicia la vida del sujeto, los seres humanos emprendemos nuestra inserción en el mundo social que ha de regir la existencia desde ese momento en adelante. Desde que un bebé es concebido se inserta en una red social, inicialmente con las reacciones  de la familia vinculadas a estabilidad emocional, económica, anhelo o desdeño por el nuevo ser, relaciones con las familias de los progenitores, entre otras situaciones positivas o negativas que hacen parte de la vida de ese nuevo ser. El proceso continúa cuando el niño nace y empieza a descubrir que sus actos generan reacciones. Más adelante ya maneja un lenguaje oral informal y puede darse cuenta de los efectos sociales de su voz, cuando habla, otros lo reconocen o no, tiene un lugar o no, depende del entorno en el que se encuentre. “Cuando los niños comienzan a hablar en un grupo, descubren que sus palabras producen efectos, que su voz congrega las miradas de los otros. Así, a través de su voz el niño se descubre perteneciente a un grupo. En las voces de los otros descubre si es reconocido, valorado, ignorado, querido. Es en el terreno del lenguaje oral que el niño va descubriendo su lugar en la conversación, que es un lugar social.” (Pérez, 2009).

Lo anterior, permite dimensionar la relevancia y el poder del lenguaje, de la palabra; a través de ella logramos relacionarnos con nuestro entorno conquistando cosas que sin ese medio no lograríamos.

La escuela, un escenario para la construcción de la voz

Después de este recorrido inicial por la socialización primaria, vamos directo a la escuela, que se convierte en un escenario vital para el reconocimiento del otro y de sí mismo, para la cimentación y la validación de la palabra. En el marco de lo anterior, lo que tiene lugar en el primer ciclo juega un importante rol, pues es en esta etapa donde el niño pasa de interactuar en mayor parte con adultos (familia) a hacerlo con sus pares y a continuar la construcción de su identidad, situación que la escuela no puede desconocer ni mucho menos tomar a la ligera, sino que por el contrario, debe emprender acciones sistemáticas que contribuyan a la construcción de una voz que le permita al niño responsabilizarse y tener un lugar en la vida social y reconocer los de los otros.

Al ingresar a la escuela los niños ya manejan un lenguaje oral con el que se comunican de manera informal, la labor de la escuela es que aprendan a participar de manera acertada en diversas situaciones formales. Para ello la maestra ofrece espacios de interacción los cuales orienta  con el fin de crear un ambiente de reglas que les permita pedir la palabra, escuchar al que habla, respetar los turnos, explicar sus puntos de vista; en estos intercambios comunicativos los niños logran construir la ética de la comunicación, dándose cuenta que su voz tiene un lugar en el grupo, reconociendo y respetando al otro en la diferencia, esto implica, descubrir y cumplir   normas, teniendo en cuenta que existen límites que rigen las interacciones del otro y las propias.

Por estas razones y desde una mirada formativa, la escuela debe enfocar su labor a orientar y abrir espacios para la construcción de la voz, la intervención oral, la participación de los estudiantes en situaciones de habla formal, con propósitos diferentes: opinar, narrar, explicar, representar, etcétera. “Estas situaciones de participación implican el dominio de formas del lenguaje oral, tipos de discurso (argumentativo, narrativo, expositivo, descriptivo, informativo) y recursos comunicativos específicos.” (Pérez, 2009) 

El aula, un espacio de habla donde se construyen normas  de interacción

Pero ¿por qué promover el cumplimiento de las normas en las intervenciones de los niños y las niñas en el aula? Entre otras razones, para brindar la posibilidad de una democracia bien ejercida, una adecuada inserción al mundo laboral, al mundo académico, para tener una postura frente a las diferentes situaciones sociales y estar en capacidad de argumentarla: “fortalecer el trabajo de formación en lenguaje es sinónimo de construir condiciones para el ejercicio ciudadano, pues es impensable una democracia, o la idea de participación en ésta, si se cuenta con ciudadanos analfabetas o iletrados…”. (Pérez, 2009).

También porque en las situaciones que como maestras proponemos, los niños encuentran las formas del lenguaje oral que les exige apropiarse de normas de interacción, sustentando sus propios puntos de vistas y aprendiendo un vocabulario propio de cada situación.

  Como vemos, desde el primer ciclo es fundamental abordar la oralidad, ya que en cada  intervención el niño va aprendiendo a participar de manera acertada en diferentes situaciones de habla formal; esto se evidencia cuando se ve enfrentado  a  comunicarse ya sea para: expresar sus sentimientos, narrar una historia, hacer un comentario; es así como descubre las modalidades textuales a las que denominamos géneros. Todos estos géneros discursivos los niños los van dominando, ya que aprenden a organizar su discurso teniendo en cuenta las formas gramaticales, su género, su estructura y su léxico pues al expresarse escogen palabras según su especificidad genérica, incluyendo en esta una manera peculiar de expresividad, según lo plantea (Bajtín: 1979:268).  Es indispensable que comprendamos el proceso de aprendizaje de la lengua oral, el cual puede entenderse como un proceso de inserción en una sociedad alfabetizada donde las prácticas de oralidad y  de escritura son   instrumento y objeto de aprendizaje.


En la vida escolar  el lenguaje oral tiene diferentes funciones como la de regular la vida social escolar, aprender a pensar, a reflexionar, a criticar, a construir, a interactuar, a leer y  a escribir.  El aula es un espacio de vida donde se desarrollan diversas actividades, se interrelacionan, existen las diferencias, conflictos y contrastes que deben ser resueltos con el diálogo. Aprender a hablar en las situaciones es aprender a convivir en la diferencia y el entendimiento entre las personas. El diálogo permite compartir y construir en el aula los conocimientos relacionados con los contenidos escolares y también para la reflexión compartida sobre las cosas que afectan la relación entre personas, las actitudes, principios y valores en la formación moral de los niños y niñas.
“Si nos fijamos en una clase, nos daremos cuenta que estamos ante una auténtica organización social, ¿de dónde proviene?, ¿cómo saben unos y otros cuando pueden tomar la palabra y cuándo no?; está claro que se trata de un orden instituido, porque el trabajo de interacción entre profesores y alumnos, es el que origina esa interacción en el aula.” (Jimenez, 1996) En estos encuentros comunicativos, tanto los profesores como los niños y las niñas establecen los límites de las secuencias de interacción. (Cuándo, con quién y de qué modo tienen que hablar).

Vale la pena entonces, preguntarnos ¿qué se pretende desde el aula en la oralidad?, Aunque debemos respetar y escuchar la voz del otro, también debemos orientar el tipo de discurso que se emplea según la situación o el contexto en el que hablemos, a la vez que debemos saber exactamente lo que estamos diciendo, cómo lo estamos diciendo y a quién o quienes va dirigido nuestro discurso, las reflexiones al respecto son claves. En este mismo sentido orientar a nuestros niños y niñas a adecuar su discurso a las diversas situaciones o contextos en los que ellos se desenvuelvan. Así, el habla de la clase puede verse como una conversación que irá buscando las formas discursivas que requiere y estaremos atendiendo estos aspectos como: tono de voz adecuado, manejo de un vocabulario concreto  que debemos tener en cuenta en la construcción del lenguaje específicamente de la oralidad y orientando el trabajo en el aula, desde un sistema de conceptos y principios,  sin excluir el trabajo desde los géneros discursivos y desde la diversidad de funciones del habla, lo cual no sería posible si desde este mismo espacio, el aula no se reconocen y se cumplen las reglas que permitirían un intercambio comunicativo efectivo, el reconocimiento de sí mismo y del otro.

  Aunque la escuela tradicional haya dado prioridad al lenguaje escrito y la decodificación del mismo, no es tarde para cambiar ese paradigma y darle lugar a la construcción de la voz, una voz responsable, una voz crítica, una voz respetuosa,  que reconoce al otro y a sí mismo, ya que  inevitablemente la comunicación y el acto de hablar están permeadas por las relaciones humanas y éstas a su vez por los afectos y las emociones, por las formas de comportarnos.

Retomemos estos elementos en nuestra práctica docente, invitemos al niño a hablar sí, pero con sentido, es decir adecuando su discurso de forma acertada a la situación o al contexto en el que se encuentre, a escuchar al otro con respeto, a dar cuenta de sus actos y sus pensamientos, a argumentar, a reflexionar  de las experiencias, y también a conocer el universo de posibilidades que le ofrece el lenguaje, formando para el aula y también para la vida.

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